El rostro siniestro de la salud pública en Alto Paraná
Abogado Nicolás Russo
El Centro de Emergencias Médicas del Hospital regional de Ciudad del Este es una carnicería humana.
Sábado 16 de Mayo 2009, aproximadamente las 21:00 horas, una temperatura de 09 grados, llega raudamente un vehículo del Cuerpo de Bomberos a la entrada del Centro de Emergencias Médicas del Hospital Regional de Ciudad del Este situado a la entrada del Barrio Santa sobre la Supercarretera.
Los bomberos traen a un muchacho joven en estado grave con serios golpes en la cabeza, el mismo fue recogido de la calle donde estaba tirado luego de ser atropellado por un vehículo en la zona del Km. 4 de Ciudad del Este.
El joven estaba inconsciente y directamente fue trasladado a una sala contigua a la entrada del mencionado centro de emergencias que aparentemente sirve como lugar de curación, una especie de enfermería de un ejército en campaña de guerra, donde llegan los heridos del frente de batalla.
Ahí lo pusieron en una camilla y lo desnudaron completamente, aparecen una enfermera y un médico que están de guardia. Le colocan una sonda y le meten el tubo de oxígeno en la boca que es operado manualmente por una persona vestida de civil que no se sabe si es el camillero, pariente o el panchero de la esquina, una especie de samaritano moderno que intenta ayudar al prójimo en grave estado.
El muchacho tiene serios golpes y la cara destrozada en un lado, "no le aplican sedantes o analgésicos ni tampoco le pueden medicar o realizar alguna curación de emergencia. El muchacho esta casi todo morado, gime de dolor y su cuerpo tiembla con desesperación. Sus familiares se enteran a través de la Policía casi dos horas después que el mismo esta tirado en el Centro de Salud de Ciudad del Este. Llegan desesperados al lugar y entran en el "supermercado de la muerte" donde se observa el tétrico panorama de una serie de camillas esparcidas en ese lugar lleno de accidentados, acuchillados, tiroteados, etc.; cada uno de ellos desgarrados por el dolor y luchando por sobrevivir, gritando, gimiendo, con familiares llorando y desesperados por la impotencia; y unos cuantos paramédicos repartiendo solamente algún paliativo menor.
Todos necesitan de las unidades de "terapia intensiva" para salvar sus vidas.
Pero en ese nosocomio no existe ni siquiera caramelo para dolor de garganta.
En ese lugar solamente están una serie de individuos en la entrada misma con sus celulares en mano, "monitoreando" la desesperación de los parientes de las víctimas que están en ese lugar.
El muchacho accidentado estaba sufriendo, sus familiares llegaron, y cuando preguntan al médico de guardia cuál es la situación real o el diagnóstico preliminar, este desembucha la verdad terrible: "El accidentado tiene una hora de vida y tienen que sacarlo de este lugar y llevarlo a otro sanatorio u hospital que tenga terapia intensiva para que pueda sobrevivir.
La situación en ese momento, pasa de lo dramático a lo terrorífico. Los familiares son gente humilde, se desesperan y cada uno sale corriendo para cualquier lado buscando una mano amiga que ayude, sea del presidente del comité liberal, de un antiguo caudillo de seccional, de un empresario, de un médico, del pastor de la iglesia, del paí de la otra parroquia, de algún usurero, cualquier amigo que puedan pasarles la mano para salvar al muchacho en estado de coma.
Como este pueblo paraguayo a pesar de los pesares, siempre es solidario con el prójimo, se consigue juntar plata para solventar la terapia que salve la vida del muchacho.
En ese momento los "monitoreadores" que están parados en la entrada del hospital, ofrecen en forma silenciosa los precios de las unidades de terapias intensivas de los sanatorios privados de la zona como si fuera un producto del Mercado de Abasto.
Los familiares no tienen opción. Eligen el más barato y el "monitoreador" llama por celular al sanatorio elegido y como por arte de magia aparece la ambulancia que en un santiamén transporta al herido para la unidad de terapia intensiva. Inclusive hasta se usa la ambulancia del Hospital Regional si el médico dueño del sanatorio privado es director o miembro del plantel médico del Hospital Regional.
Y eso no termina ahí, como la farmacia social del Hospital Regional esta más desabastecida que PETROPAR, los familiares concurren a las farmacias privadas que pululan alrededor del mencionado hospital que pagan las comisiones de rigor a las enfermeras y médicos que envían a los desesperados familiares al negocio para comprar medicamentos.
En este caso, el muchacho del cual hablo en este comentario pudo salvar su vida, gracias a sus familiares y amigos.
En varios de los otros casos, los accidentados o víctimas de cualquier hecho de sangre que pudieran haber sido mantenidos con vida a través de la aplicación de terapias intensivas, pierden la vida sin más remedio y sin más trámite; con el dolor y el llanto de su gente, que al momento o instante en que pierde a su ser querido, ya es sometido nuevamente al ofrecimiento inescrupuloso por parte de representantes de las funerarias cuyos vehículos camuflayados de ambulancia están merodeando el lugar como esos cuervos.
Esta es una de las caras más siniestras de la salud pública en Ciudad del Este.
Y conste que yo no les culpo a los médicos, enfermeras y paramédicos del Hospital Regional que son prácticamente "héroes vivientes" de esa batalla perdida en la cual todos los días están haciendo lo que pueden, y recibiendo más que agradecimientos, carajeadas y puteadas de alto calibre por parte de los familiares desesperados de las víctimas.
Me pregunto ¿donde están los miles de millones de guaraníes que reciben de la Gobernación, de la Municipalidad o del Gobierno Central para dotar de unidades de terapias intensivas este centro de emergencia que es el que más necesita.
Me pregunto ¿qué hace el "fondo social" de Itaipù o el Director de esta entidad binacional, Carlos Mateo Balmelli para proveer estos equipamientos. Gasta más en propaganda televisiva que en ayudar a la gente?.
Me pregunto ¿dónde están los diputados y senadores que se llenan la boca de discursos para ayudar a la salud, mientras la gente se muere como gallinas apechugadas, tiradas en las camillas de este centro hospitalario?
Me pregunto ¿qué se hacen de los medicamentos que se entregan y donan al Hospital Regional que es lo mismo decir el centro de salud?.
Me pregunto si la "atención gratuita en los hospitales que pregona el gobierno de Lugo" ¿existe realmente o es parte de una campaña electoral ideológica?.
Los indicadores son vergonzosos. La concentración de los recursos para el cuidado de la salud en las principales zonas urbanas del país, no solamente es desalentadora, sino que revela un abandono del resto del país.
Se registran un médico yuna enfermera por cada 1.000 habitantes, de los cuáles más del 90% esta concentrada en el Gran Asunción.
En 11 regiones sanitarias el 52% de los equipos hospitlarios esta fuera de servicios y el 45% requiere mantenimiento.
Sólo el 28% de los paraguayos cuentan con asistencia médica y dos tercios de ellas no disponen de centros o puestos de salud.
Todo esto se confirma claramente con los altos índices epidemiológicos prevenibles (enfermedades respiratorias, gastrointestinales e inmuno prevenibles) y de mortalidad materno-infantil.
El personal médico en función pública en Paraguay es uno de los peores remunerados en América Latina.
Aquí en Ciudad del Este la cuestión es aún más grave, porque apareció un esquema de "comercialización extrema de la salud" por parte de algunos inescrupulosos grupos financieros que financian sanatorios y hospitales privados que obtienen millonarios lucros con la salud ciudadana.
Me pregunto ¿para que sirve el Consejo Nacional de Salud o el Sistema Nacional de Salud o esas instituciones burocráticas que se crean cada día supuestamente para solucionar esta grave cuestión, con presupuestos, oficinas, personales administrativos, etc., etc., mientras que en los Centros de Salud o de emergencias nuestros ciudadanos mueren miserablemente sin derecho a reclamar?.
Como diría alguien, la "esperanza es lo último que se pierde". Por eso tal vez Lugo designó como ministra a la Dra. Esperanza Martínez, por lo menos para mantener esa esperanza porque hasta ahora nada cambió y todo sigue igual.
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