Luis Agüero Wagner
El genera José Carvallo, Jefe del Comando Sur del Brasil, afirmò que si el presidente Lula Da Silva lo ordena, fuerzas militares invadirán Paraguay y se lanzarán sin miramientos sobre la represa de Itaipú.
El gobierno paraguayo respondió expresando su disgusto a través del ministro del Interior, Rafael Filizzola. Para Filizzola, esas expresiones de Carvalho a una revista de Brasil constituyen "un atropello a la soberanía" de Paraguay.
"Son posturas que se han quedado ancladas 50 años en el pasado. O sea, no tiene sentido en este momento hablar de soluciones o de respuestas militares en una región que ha apostado por la integración", también manifestó el titular del Interior de un gobierno que desde su campaña proselitista ha apostado a tirotear precisamente contra ese proceso de integración.
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Carvalho había señalado que la seguridad de Itaipú era "responsabilidad de la propia empresa, de la Itaipú Binacional, en primer lugar", pero advirtió que "en caso de que ella no consiga más prever la seguridad de sus instalaciones, sea por la invasión de movimientos sociales u otras amenazas, el problema se podrá volver una cuestión policial o militar".
En la misma línea, el jefe militar explicó que el Ejército brasileño "existe para cumplir cualquier misión en cualquier lugar del territorio nacional" y dejó en claro que si Lula "determina que una acción (como la intervención en Itaipú) debe ser realizada, ella será ejecutada".
Paraguay y Brasil se encuentran además envueltos en una disputa por la pretensión de la administración de Fernando Lugo de subir el precio que Brasilia paga por la energía excedente de Itaipú, para lo cual debe renegociarse el acuerdo bilateral, que el Ejecutivo de Lula rechaza modificar. A estos temas, se agrega la tensión provocada por la permanente amenaza de campesinos "sin tierra" paraguayos de invadir tierras de brasileños instalados en Paraguay -los llamados "brasiguayos"-, en una franja que el gobierno de Brasilia parece considerar un Sudetes Sudamericano.
EL HERMANO MAYOR
El “hermano mayor” del norte se arrogó las atribuciones de diseñar las políticas geo-estratégicas sudamericanas, utilizando como ficha principal a un país (Brasil) al que consideraba “un área reservada para experimentos industriales”.
A mediados de la década de 1940, Estados Unidos había alcanzado un poderío tan impresionan-te en Latinoamérica, que no vio motivo alguno para tolerar intromisiones de otras potencias en la región. Un secretario de estado de Roosevelt, Stimpson, llegó a referirse al sub-continente como “nuestra pequeña región de aquí”.
En Brasil, el imperio norteamericano trabajó para evitar el nacionalismo económico y lo que las administraciones Truman y Eisenhower llamaron “desarrollo industrial anexo” (refiriéndose a un desarrollo que podría competir con las empresas de EEUU).
De todas maneras, el imperio toleró en Brasil un desarrollo complementario a la industria norteame-ricana dado que para decirlo en palabras de Dulles, era útil “darles unas palmaditas y hacerles pensar que uno les tenía cariño”.
Dentro de esa lógica, el “hermano mayor” del norte se arrogó las atribuciones de diseñar las políticas geo-estratégicas sudamericanas, utilizando como ficha principal a un país (Brasil) al que en docu-mentos confidenciales consideraba “un área reservada para experimentos industriales”.
PARAGUAY Y BRASIL
Durante la Segunda Guerra Mundial, como no es ningún secreto, los dictadores paraguayos como José Félix Estigarribia e Higinio Morínigo, se convirtieron en fervientes partidarios del Eje y la ideo-logía Nazi. La euforia llegó al punto de permitirse expulsar, en enero de 1941, al representante di-plomático de Washington, Finley Butch Howard.
La situación variaría por razones obvias en la década siguiente, en particular a partir del gobierno del general Alfredo Stroessner, a quien no le fue muy difícil convertirse en interlocutor privilegiado de Washington en el Paraguay, por reunir toda la tipología requerida para instalar una dictadura neo-nazi y un fascismo preventivo en beneficio de los intereses norteamericanos.
Desde un principio, Stroessner pregonó desde el gobierno de Asunción que en el enfrentamiento entre Washington y Moscú, el Paraguay se encontraba alineado internacionalmente con los intereses norteamericanos. Una puja entre un hombre de Buenos Aires, Epifanio Méndez Fleitas, y un hom-bre de Washington, Stroessner, se resolvía a favor del imperialismo estadounidense.
En mayo de 1958 el Paraguay recibía la cordial visita del vice-presidente Richard Nixon, el mismo año en que se levantaría la verdadera base fortificada que constituye la embajada norteamericana en Asunción, donde a partir de ese instante la CIA instaló un sofisticado centro de espionaje electrónico para vigilar ondas de radios, telecomunicaciones, movimientos de aeronaves y otros datos de su inte-rés.
“Me encuentro particularmente feliz de estar en un país que se ha levantado con tanta fuerza contra el reto comunista” había declarado Nixon en Paraguay.
LA REPRESA MÁS GRANDE DEL MUNDO
Aunque los asesores norteamericanos entrenaban a las fuerzas armadas y diseñaban los planes eco-nómicos a implementarse en Paraguay, el imperialismo de segundo orden del Brasil también tenía expresiones diversas.
La misión cultural brasileña manejaba la universidad, pero los militares brasileños también tenían su presencia en el Paraguay anticomunista.
La complicidad del Brasil con el imperio norteamericano para sentar sus reales en Paraguay tiene una vieja data, desde que en la década de 1930 su influencia desplazó a los intereses anglo-argentinos dominantes en Paraguay desde la devastación genocida que en el siglo XIX inspiró y su-fragó contra este país el imperialismo británico.
En el año 1965, cuando el presidente norteamericano Lyndon Jonson decidió invadir República Do-minicana en defensa de intereses de su propia industria azucarera, el dictador Stroessner envió a sol-dados paraguayos a participar de la matanza junto a una fuerza multinacional que actuó en nombre de la “comunidad internacional”, apodo bajo el cual disfraza ocasionalmente Washington sus inter-venciones. Los soldados paraguayos actuaron bajo las órdenes de un general brasileño, Panasco Al-wyn, en defensa de los intereses norteamericanos, a pesar de que algunos de ellos acababan de en-frentarse a tiros con tropas brasileñas por la posesión de los Saltos del Guairá.
Las así establecidas relaciones de dependencia política, económica, militar y cultural, en función de intereses estratégicos en pro de la hegemonía universal norteamericana, también tuvieron su traduc-ción en mega-proyectos como la usina hidroeléctrica de Itaipú, represa considerada hasta hace poco la más grande del mundo.
LA CONSTRUCCIÓN, ACTIVIDAD LUCRATIVA
La construcción de Itaipú tuvo al Paraguay lo que a otros países representó la explotación de yaci-mientos petrolíferos, por las fabulosas sumas en inversiones que convocó, generando las inmensas fortunas de quienes son conocidos como “los barones de Itaipú”. El más representativo de estos es Juan Carlos Wasmosy, quien en ancas de la fortuna amasada llegó incluso a presidente.
El fuerte de Wasmosy fue la construcción, actividad que desarrolló desde muy joven asociado con el ingeniero Denes Tómboly. La sociedad Tómboly-Wasmosy se dedicó esta actividad logrando ser privilegiado socio del exclusivo club de contratistas que con los generales y directivos de ANDE tuvo participación en los trabajos adjudicados por Itaipú y Yacyretá Binacional.
Con acciones en la Empresa Constructora Minera Paraguaya (ECOMIPA) se integró al Consorcio de Empresas Constructoras Paraguayas (CONEMPA), la que en Itaipú facturó por un total aproximado de 1.600 millones de dólares.
La mejor evidencia del magro patrimonio que Wasmosy supo acrecentar lo constituye el hecho de que cuando egresó de la universidad su familia sobrevivía vendiendo carbón vegetal y raja en una vivienda-depósito. Su padre, ex miembro de una facción pro-Stroessner del partido liberal (leviral), que había presentado una ley antisemita en el parlamento, ya no tenía prebendas.
El hijo, sin embargo, supo aprovechar las oportunidades del sistema mafioso con real maestría.
Como resultado de sus actividades, Wasmosy quedó entre los primeros dueños de fortunas malhabi-das de Paraguay, con unos 1.400 millones de dólares, aunque sólo reportó bienes por valor de 7,1 millones en agosto de 1998.
Esta fortuna le permitió llegar a la presidencia del Paraguay, posición desde donde siguió acrecen-tando patrimonios y activos con auxilios irregulares a bancos quebrados, golpes en financieras y otros robos de guantes blancos diversos. Tan grande es el poder de Wasmosy que es normal escu-charlo dar consejos y admoniciones a los políticos influyentes e incluso presidentes del Paraguay, como recientemente lo hizo con el obispo Fernando Lugo.
¿REIVINDICACIÓN NACIONALISTA O CORTINA DE HUMO?
El tratado para la construcción de Itaipú fue objeto de reparos en serie por la parte paraguaya, desde el mismo instante en que fue firmado.
Sin embargo, sería lirismo ingenuo pensar que la “autoridad moral” o intelectual de tal o cual go-bierno o negociador podría conmover al poderoso y astuto Brasil a favor de las reivindicaciones hidro-nacionalistas que en cada campaña electoral paraguaya suelen aparecer.
Quienes agitan estas campañas desde la prensa, por su parte, lejos están del perfil adecuado para arrogarse la posición de adalides nacionalistas, por su conocida vinculación a embajadas y organis-mos de coacción imperialistas extranjeros. Además, su nacionalismo sólo se manifiesta en cuanto a las aguas que pasan bajo la represa de Itaipú, a las que consideran como “oro líquido”, mientras de-fienden a capa y espada la invasión brasileña que promueve en Paraguay el monocultivo de soja, en una creciente franja en la frontera este del país que ya podría considerarse un Sudetes Sudamericano, o una comarca que recuerda el territorio de Acre, que Brasil arrebató a Bolivia.
Por lo general, el Brasil suele apagar la agitación electoralista paraguaya con una lluvia de billetes para el gobierno de turno, y en el caso actual, inclusive facilitó recientemente un avión brasileño para el traslado a Brasilia quienes supuestamente “golpearían la mesa” en el Planalto e Itamaratí: los “hidro-nacionalistas” Fernando Lugo y Ricardo Canese, entre otros.
Ante tantos puntos incongruentes, no está demás sentarse a meditar haciéndose la obligada pregunta: ¿Son las reivindicaciones sobre Itaipú unos auténticos reclamos nacionalistas, un elemento de pro-paganda electoral o apenas una cortina de humo?
EL HIDRONACIONALISMO
"Oportunidade de Terras no Paraguai" rezaba un espacio comercial publicado en el periódico O Es-tado de Sao Paulo el 12 de enero de 1979, testimoniando el negociado del cual surgiría la actual pro-blemática que aqueja al campesinado paraguayo.
Luego de desarrollar una tenaz campaña anti-brasileña por casi cuatro décadas tomando como coar-tada el hidro-nacionalismo pirotécnico, que no se compadece de su actitud complaciente con respec-to a las invasiones de colonos brasileños abocados a la contaminación ambiental y tráfico de soja tansgénica que afectan al este del Paraguay, los principales medios paraguayos y en particular el diario ABC color han puesto el grito en el cielo por la amenaza de una asamblea de campesinos de ocupar las fincas de dichos invasores en protesta por la inacción del gobierno ante dicho atropello.
Los principales diarios de la capital paraguaya han dedicado en estos días grandes espacios en defen-sa de la oligarquía agro-ganadera del país, que aglutinada en la Asociación Ruraldel Paraguay pidió ayer "invasión cero" y seguridad jurídica al Obispo Fernando Lugo, recientemente electo presidente de la república. También atacaron la distribución populista de la tierra realizada en las últimas seis décadas, que sólo trajo según ellos más pobreza, aunque abunden entre los miembros de la Rural grandes beneficiarios del reparto de la tierra que realizaba en tiempos del dictador neo-Nazi Alfredo Stroessner el Instituto de Bienestar Rural, a la sazón responsable de llevar adelante la reforma agra-ria.
Grandes extensiones de tierra fueron adjudicadas por la dictadura a propietarios ausentes durante el gobierno de Stroessner, cuando el organo responsable de distribuir tierras era administrado por Juan Manuel Frutos, a la vez cabeza de la filial local de la Liga MundialAnticomunista que tenía como una de sus fuentes de financiamiento al grupo del Reverendo Moon, uno de los bloques de poder en Paraguay que más influencia ejerce sobre la prensa. Como derivación de la repartición de tierras surgió la casta de privilegiados allegados al dictador que se quedaron con grandes extensiones de territorio por monedas, dividiéndolas en inmensos terrenos y ofertándolas en el exterior, sobre todo en Brasil.
"Oportunidade de Terras no Paraguai" rezaba un espacio comercial publicado en el periódico O Es-tado de Sao Paulo el 12 de enero de 1979, testimoniando el negociado del cual surgiría la actual pro-blemática que aqueja al campesinado paraguayo.
Reunidos en Asamblea, representantes de varias decenas de comisiones y organizaciones de labrie-gos del departamento de San Pedro, decidieron ayer invadir 60 fincas de estos colonos brasileños que se encuentran en esa región, hartos de que les envenenen con los letales agrotóxicos utilizados para fumigar las plantaciones de soja transgénica, y de que los grupos paramilitares contratados por estos traficantes de granos atropellen sus parcelas con la complacencia de las autoridades paragua-yas.
El agricultor Pedro Pablo Silva, de 71 años, sigue internado en un hospital de Asunción luego de haber sido atacado con disparos de armas de fuego por su activismo contra estas plantaciones, que por mucho tiempo violaron impunemente las leyes anti-transgénicos. La empresa multinacional Del-ta and Pine Land Company, subsidiaria de Monsanto, es responsable de haber depositado varias to-neladas de basura tóxica en un apartado rincón del departamento paraguayo de Paraguari, hecho condenado por los tribunales del país por su costo en salud y vidas humanas, aunque nunca el castigo haya llegado a los responsables, que optaron por clausurar sus oficinas y mandarse mudar del país.
Los campesinos también denunciaron que los capos mafiosos del tráfico de soja y maíz trangénico cuentan con la protección de los militares de la zona, que resguardan sus estancias listos para repri-mir a los campesinos que reivindiquen sus derechos.
El gobierno saliente se ha lavado las manos diciendo que la responsabilidad de resolver el conflicto recaerá sobre el mandatario recientemente electo, que asumirá en agosto. El signo de las políticas que el gobierno electo pueda aplicar no dan muchas esperanzas a los pequeños agricultores, conside-rando que uno de los principales aportantes a la campaña electoral del obispo Fernando Lugo fue uno de los pesos pesados del sector agro exportador de Paraguay, el brasileño Tranquilo Favero.
A su vez la mayoría de los asesores que rodean al obispo, que ha hecho un emblema de su humilde costumbre de calzar sandalias, aunque rodeado de referentes de las clases más opulentas y de los políticos más corruptos del país, sólo opinan a favor del gran productor y son devotos creyentes en el laissez faire y el precio de mercado como reguladores de la economía internacional. El ministro de Hacienda recientemente nombrado, Dionisio Borda, es un conocido referente neoliberal impuesto a los sucesivos gobiernos paraguayos por presión del FMI y directivas de la embajada norteamericana de Asunción.
La mayoría de los grupos y organizaciones que apoyaron la candidatura del obispo a la presidencia del Parguay, a su vez, han recibido para solventar sus campañas proselitistas fuertes sumas proce-dentes de USAID, una institución que en Estados Unidos hoy se encuentra acusada de fraude siste-mático por la General AccountabilityOffice (GAO), y que acaba de reemplazar por corrupto a su corrupto funcionario Adolfo Franco por José Cárdenas, un ex directivo de la Fundación Nacional Cubano Americana, organización acusada de varios actos de terrorismo en el Caribe
AGRO-ANTINACIONAL Y TEOLOGÍA NEOLIBERAL
Una de las promesas en la que el obispo Fernando Lugo basó su campaña proselitista antes de ser electo presidente del Paraguay fue una firme postura hidro-nacionalista en el tema de la represa de Itaipú, una de las usinas más grandes del mundo que es compartida con el Brasil.
Sus primeras señales luego de ganar los comicios y entrevistarse con el gremio del agro-antinacional de los traficantes de soja transgénica, sin embargo, sugieren que será tolerante con la invasión brasi-leña en las tierras fronterizas del este que aqueja al país, indisolublemente unida a la problemática de Itaipú, y que ha convertido a los límites paraguayos con el Brasil en un corredor para alcanzar el territorio que ocupan los súbditos de Itamaratí, una especie de virtuales Sudetes.
Con la actitud de acudir a negociar con Brasil en un avión enviado por Lula da Silva, han quedado definitivamente por el suelo las esperanzas de los electores paraguayos del 20 de abril.
LA LECCION DE ACRE
Para imaginar cuáles son las perspectivas, vale recordar el ejemplo de Acre, territorio que fue boli-viano hasta que su población declaró su autonomía y poco después fue anexada al Brasil.
El origen de este desmembramiento de Bolivia debe buscarse en la Fiebre del caucho, sucedida a finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX en la zona, poco antes que el imperio británico im-pulsase el cultivo de caucho en sus colonias de Oriente. La codicia por la materia prima llevó a la sublevación de los habitantes de la región, que en su mayor parte eran brasileños.
Aunque en 1899 los bolivianos habían intentado apaciguar los ánimos haciendo concesiones al Bra-sil, y fundando la capital administrativa del territorio Puerto Alonso (hoy Porto Acre), estalló una rebelión de los colonos brasileños que hoy es conocida como la “revolución acreana”. Asistidos por el gobernador del estado de Amazonas, la población brasileña proclamó la república independiente.
En respuesta, Boliva arrendó la región a una empresa basada en Nueva York, en el año 1901, por el Tratado de Aramavo. Al año siguiente, se avivó la revuelta y el aventurero Luís Galvez Rodrigues de Aria fue coronado “presidente de la república del Acre”. Más adelante una expedición de José Pláci-do de Castro y un grupo de serigueiros apoyados desde Brasil tomaron parte importante del territorio y a continuación pidieron su anexión al Brasil.
Bolivia intentó reaccionar militarmente, en lo que hoy se recuerda como la “guerra del Caucho”, en alusión a la materia prima que determinara las agresiones recíprocas, pero la superioridad de Brasil pronto restó toda posibilidad a los combatientes bolivianos. La guerra terminó con el tratado firmado entre ambas partes el 17 de noviembre de 1903, en la ciudad brasileña de Petrópolis, donde quedó estipulado que Bolivia cedía 191 mil kilómetros cuadrados, que se sumaron a los 165 kilómetros cuadrados que ya en 1877 había entregado intentando pacificar los ánimos.
Al igual que en el caso de Acre, hoy muchos de estos brasileños se dedican en la franja limítrofe entre Paraguay y Brasil al contaminante cultivo de soja transgénica, y advierten al gobierno “hidro-nacionalista” que no grave sus exportaciones y desarrolle una política agraria antinacional. Vale de-cir, nacionalismo para las aguas, entreguismo para las tierras.
Estos filántropos solo piden, como es sabido, que les dejen “producir riqueza para el país y para las arcas estatales” en la forma altruista en la que lo han venido haciendo, es decir, concentrando tierras, expulsando de sus parcelas a familias campesinas que deben migrar al exterior en busca del sustento y enviando una buena cantidad de intoxicados a los hospitales o al cementerio.
Ya en 1912 el traficante de granos Leopold Louis Dreyfus afirmaba que su objetivo era “satisfacer una gran necesidad económica y humana” y no simplemente ganar dinero y hacer crecer a su corpo-ración. Eufemismos parecidos hoy utilizan quienes buscan justificar los principios destructivos del sistema neoliberal; en el que el mercado subordina a los derechos humanos, a la justicia , la demo-cracia, y a la sustentabilidad medioambiental.
La soja transgénica, hermana consanguínea del terremoto, coetánea del volcán y el torbellino, una gigantesca fuerza que da forma al mundo, oleada colosal, se infla y avanza sobre el Paraguay. Como una ola de marea, sube y sube.
Ya lo dijo Lenin, el cereal es la divisa de las divisas, y la teología neoliberal que en Paraguay ha sen-tado sus reales con la bendición del obispo Fernando Lugo (que ya ha condenado las invasiones de tierras) y el maestro de ceremonias bacanales Dionisio Borda, nos ha despojado de voz para opinar a quienes no tenemos un dólar invertido en el negocio.
Es cierto que las averiadas utopías hoy en día no tienen mucho de qué envanecerse a estas alturas de los acontecimientos, pero el neoliberalismo que hoy asoma en Paraguay, en lugar de crear el edén de libertad prometido lo único que ha hecho es aumentar los muros levantados por el miedo.
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