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jueves, 7 de mayo de 2009

CHAVISMO JAQUEADO POR CURA PEDERASTA

Hace un tiempo dijimos que el movimiento bolivariano, con Fernando Lugo, sufría un jaque con obispo.

Ahora que la prensa mediática se pasa recriminando a Chávez su amistad con el obispo libertino, misógino y polígamo, no está demás transcribir lo que decíamos ayer.

Si algo va quedando en claro en América Latina es que la literatura anti-imperialista que fundaran John Hobson y Lenin a principios del siglo XX ha quedado reducida a pura antigualla, y lo ratifica la misma intelectualidad de la izquierda. Hace pocos días el sociólogo alemán Heinz Dieterich afirmaba en un artículo que el discurso del Presidente Hugo Chávez sobre las FARC era equivalente a la demanda de su capitulación incondicional ante el proyecto continental de Washington.

La rendición se producía, según la lectura de Dietrich, ante el futuro incierto de la revolución cubana y debilitamiento de sus principales aliados como Evo Morales y los Kirchner en Argentina, hoy ocupados en lidiar con los traficantes de granos y personeros de Monsanto, todo lo cual le llevaría a congelar el antiimperialismo y convertir a su revolución bolivariana en un reformismo al estilo del New Deal –uno más entre tantos en la historia de Latinoamérica-, pactar con Barack Obama, Sarkozy, Merkel, Zapatero, Berlusconi y Browne, sacrificando en esa jugada mundial a las FARC y a Irán.
La coyuntura presente es leída por Chávez, opina Dietrich, como un triunfo de la ofensiva de dominación continental de Washington, catalizado por la ceguera estratégica de los gobiernos latinoamericanos y del carácter cortesano de su intelectualidad, esto último algo grotescamente notorio en Paraguay.
Difícilmente Chávez pueda ser disuadido de su pesimista posicionamiento actual por quien le visita en estos días, el clérigo-presidente electo de Paraguay, cuya candidatura se gestó muy lejos del espontaneísmo de masas y de los partidos revolucionarios. Lo más probable es que nuestro predicador buscará catequizarlo en el pensamiento políticamente correcto de su entorno, integrado por personajes bendecidos por la embajada norteamericana de Asunción.
Aboga a favor del análisis de Dietrich la forma en que fue saludada la victoria del obispo, presentado por el aparato propagandístico de la prensa adicta al imperio como “un nuevo triunfo de la izquierda”, aunque en realidad constituya una nueva victoria de los planes continentales de Washington, que ha logrado domesticar a la izquierda con donaciones de USAID, IAF y NED y hoy propicia castrarla de su antiimperialismo para llevarla al extremo vegetariano e inocuo del espectro político, como ya lo hizo con éxito en los casos de Chile y Uruguay. Si anteriormente el imperio aplicaba el fascismo preventivo convocando a los generales para controlar la desestabilización creada por las tensiones sociales, hoy aplica una socialdemocracia preventiva totalmente inofensiva que ha logrado convertir en satélite de Washington. Por si fuera poco, siguiendo la tradición de la derecha neo nazi y corrupta que predomina en Paraguay desde hace casi siete décadas durante su estadía en Bolivia, el clérigo presidente Lugo negó la intervención estadounidense en Paraguay, sobre la cual hay frondosa documentación y mucha realidad que palpar.
Las mejores páginas del regreso del idiota latinoamericano de Vargas Llosa, Apuleyo y Montaner se dedican a delimitar lo que los autores del libro llaman la "izquierda vegetariana" con la que casi simpatizan y la "izquierda carnívora", a la que detestan. Representan a la primera los socialistas chilenos -Ricardo Lagos y Michelle Bachelet -, el brasileño Lula da Silva, el uruguayo Tabaré Vásquez, el peruano Alan García. Esta izquierda ya dejó de ser socialista en la práctica y es, en estos momentos, la más firme defensora del capitalismo -mercados libres y empresas privada-, aunque sus líderes, en sus discursos, rindan todavía pleitesía a la vieja retórica y de la boca para fuera homenajeen a Fidel Castro y al comandante Chávez. Han abandonado en la práctica el rechazo al colonialismo y al FMI, abandonando la lucha por la autodeterminación y por las alianzas en el tercer mundo.
La "izquierda carnívora" cuyo principal exponente sería Fidel Castro, ha renacido de sus cenizas con el "idiota" estrella de este libro, el comandante Hugo Chávez, a quien, en su capítulo que no tiene desperdicio, los autores radiografían en su entorno privado y público con su desmesura y sus payasadas, su delirio mesiánico y su anacronismo, así como la astuta estrategia totalitaria que gobierna su política. Discípulo e instrumento suyo, el boliviano Evo Morales, representa, dentro de la "izquierda carnívora", la subespecie "indigenista", que, pretendiendo subvertir cinco siglos de racismo "blanco", predica un racismo quechua y aymara. Aunque en la "izquierda carnívora" por ahora sólo figuran, de manera inequívoca, tres trogloditas -Castro, Chávez y Morales-, en El regreso del idiota se analiza con sutileza el caso del flamante presidente Correa, del Ecuador, grandilocuente tecnócrata, quien podría venir a engordar sus huestes. Los personajes inclasificables de esta nomenclatura son el ex presidente argentino Kirchner y su esposa y sucesora Cristina Fernández, a quien se describe como maestros del camaleonismo político, pues pueden pasar de "vegetarianos" a "carnívoros" y viceversa en cuestión de días y a veces de horas, embrollando todos los esquemas racionales posibles (como ha hecho el peronismo a lo largo de su historia). Dentro de la misma sub-especie inclasificable Vargas Llosa podría ubicar hoy al obispo Fernando Lugo, siempre en la tierra de nadie, que también puede pasar de una especie a otra en cuestión de minutos, y de hecho lo hace cuando baja del avión a su regreso de reunirse en Corea con empresarios de la Secta Moon y toma un vuelo para visitar a Evo Morales.
Lo más probable es que Chávez ratifique su visión de que el anti-imperialismo bolivariano tiene sus días contados luego de entrevistarse con nuestro pescador de hombres al servicio de Washington, proveniente de una idílica burguesa república prolífica en fantoches a troche y moche, donde más que en ninguna parte la bandera que flamea en la embajada norteamericana debería ser como alguna vez la describiera Mark Twain: con las rayas blancas pintadas de negro y las estrellas sustituidas por un cráneo y dos huesos cruzados.

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