(Luis Agüero Wagner)
El presidente electo, Fernando Lugo, calificó como dictadura al trabajo de la prensa, molesto por las preguntas formuladas sobre el caso de su sobrino Angel Maidana Lugo. A su salida del Parlamento, el ex obispo se negó a atender los requerimientos de los comunicadores a quienes durante su campaña obedeció ciegamente como un fiel lacayo, haciendo las más disparatadas promesas, entre ellas la de enfrentar al Brasil.
Paraguay ya enfrentó al Brasil en una guerra que culminó en marzo de 1870 con la aniquilación del país, el exterminio de su población masculina y la devastación material de sus fuerzas por las tropas del emperador Pedro II, que en aquella oportunidad se unió al dictador argentino Bartolomé Mitre para complacer el comercio de Inglaterra.
“Basta de la dictadura de la prensa. No me dejan ni siquiera caminar. No voy a declarar”, expresó el futuro presidente de la República del Paraguay, que llegó al poder en ancas de una serie de fábulas difundidas desde las redacciones de los diarios paraguayos, como que profesaba la ideología marxista y era conocido como el “obispo de los pobres” (mote plagiado de Arnulfo Romero, asesinado en El Salvador), falsedades inventadas por sus publicistas para ganar notoriedad. Difícilmente hubieran apoyado a un candidato semejante diarios como ABC color, que editorializaba sus loas a Videla, Pinochet y Stroessner, y que hoy sataniza cotidianamente a Castro, Chávez y Evo Morales.
Muchos de estos empresarios de la comunicación replicaron enrostrando al obispo que es un desagradecido, ya que debería considerar que fueron ellos quienes lo pusieron en sus funciones.
En realidad, el obispo de los pobres es apenas un oportunista que devaluó la democracia paraguaya aprovechando el fuerte arraigo católico en un país sumido en la ignorancia y el atraso, explotando electoralmente la simbología religiosa, la tradición autoritaria y la mentalidad lacayuna, que aún persisten en importantes segmentos de la población paraguaya tras casi siete décadas de dictadura neo nazi al servicio de Washington.
Estos anti-valores hoy conspiran contra el desempeño del gobierno, dado que la mayoría de los seguidores y colaboradores del obispo no tienen valor para señalarle otro punto de vista o disentir con sus apreciaciones, ya que lo consideran un mesías de naturaleza divina. Circulan rumores entre la población de extrañas liturgias en su entorno, como permanecer arrodillados ante él por largos lapsos de tiempo con un rosario en la mano, rituales extraños como besarle el anillo y lamentables plegarias en posición mahometana.
Por otra parte, es normal en Paraguay que un diario imponga su libreto a los políticos ávidos de aparecer en la prensa defendiendo las “causas” que le interesan al dueño del diario. Uno de los principales operativos de tales campañas es un periodista de ABC de nombre Ramón Casco, quien acostumbra llamar por teléfono a politiqueros de segunda línea, carentes de personalidad y sin caudal electoral pero ávidos de prensa, a quienes impone los libretos que le interesan, luego les envía un fotógrafo y al día siguiente publica las notas. Por lo general selecciona a sus modelos para estos menesteres entre los más conspicuos referentes de la corrupción.
Algunos de estos tristes personajes decadentes gustan de aparecer como seguidores del clérigo presidente Fernando Lugo, y deliran con la publicación de sus fotos en la proximidad del supremo obispo. Se cuentan entre ellos a Carlos Filizzola, Gerardo Rolón Pose, Nils Candia, Rafael Filizzola, Camilo Soares, etc.
El clérigo-presidente tampoco fue una excepción y resultó funcional a estas campañas de la prensa, como las que pretenden presentar a Itaipu y Yacyreta como dos grandes tragedias para el Paraguay, en detrimento de la imagen del MERCOSUR ante la opinión pública y especulando con una posible privatización.
El ex obispo hizo sus declaraciones molesto por la insistencia de los periodistas en el caso de su sobrino Angel Maidana Lugo, un vendedor de autos ilegales –profesión que en Paraguay se conoce como mausero- , sin formación académica, que fue agraciado con un salario principesco pagado por el erario público por la sencilla razón de llevar su mismo apellido. LAW
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