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miércoles, 9 de abril de 2008

TERRORISMO MEDIÁTICO Y TERRORISTAS CONVENCIONALES

TERRORISMO MEDIÁTICO Y TERRORISTAS CONVENCIONALES
(Luís Agüero Wagner)

Constituirse en figura emblemática del terrorismo mediático no excluye la posibilidad de ejercer el terrorismo convencional, y prueba de ello lo constituye la trayectoria de algunos propietarios de medios de comunicación de Paraguay, capaces de justificar el asesinato del vicepresidente de la república con la excusa de que ya estaba muerto antes del crimen, o de exculpar a involucrados en secuestros cuando son funcionales a sus intereses políticos.
Cuando en marzo de 1999 fueron asesinados ocho jóvenes en una sangrienta represión, ABC color de la capital paraguaya defendió por meses a los asesinos intentando confundir a las autoridades y a la opinión pública difundiendo versiones descabelladas rayanas en lo ridículo. Entre ellas afirmaba que algunos parlamentarios habían trepado al techo del edificio del Congreso y desde allí habían disparado contra sus propios partidarios para victimizarlos y promover la caída del gobierno. La versión respondía a que el dueño del diario tenía varios negocios comprometidos con el gobierno en cuestión, e intentaba reanimar políticamente a sus socios en desgracia.
Monopolizados por lacayos del imperio norteamericano, estos medios han hecho siempre la apología de la imposición absoluta de los designios de Washington como destino global inevitable, aún cuando ello implicaba defender en sus editoriales el terrorismo de estado de dictaduras militares o la internacional del Terror que dio en llamarse Operativo Cóndor. No les importa el terrorismo, obviamente, cuando es ejercido contra Bolivia, Cuba o Nicaragua, o contra Panamá donde fueron incineradas 5000 personas, o los treinta mil desaparecidos por gobiernos anticomunistas en Argentina. En el caso del diario ABC color de Aldo Zucolillo, tiene prohibido a sus periodistas hablar del asesinato de Orlando Letelier, en un atentado terrorista ejecutado en Washington, porque en él tuvo participación el cuñado del propietario del medio. Tampoco se puede criticar en ese diario al desaparecido dictador chileno Augusto Pinochet, aún cuando hoy pretenda engañar a la opinión pública nacional e internacional con el cuento de la candidatura izquierdista del Obispo Fernando Lugo, cuyos principales impulsores y allegados son los exponentes de un partido neoliberal, un ex ministro de Hacienda abyecto a los designios del FMI y activistas financiados por USAID.
El mismo diario acusó en su primera plana, en abril de 1976, de pertenecer a una célula terrorista a la mayoría de los militantes del movimiento Tekojoja, adicto al obispo Fernando Lugo, pero hoy ha vuelto sobre sus pasos para promocionarlos como los salvadores de la patria. En aquel entonces ABC brindaba su respaldo incondicional a la dictadura y desde sus páginas colaboraba así con la caza de brujas desatada por la policía política contra un grupo radical opositor al gobierno, a cuyos dirigentes presentaba en su tapa como criminales buscados y pedía a la ciudadanía que colaborara con la represión. Hoy el diario es un entusiasta propagandista de estos “terroristas” porque son funcionales a sus deseos de crear disturbios en el MERCOSUR con anacrónicos reclamos sobre tratados internacionales con Argentina y Brasil.
Es frecuente que esta prensa magnifique hasta el infinito pequeños incidentes en la frontera con Argentina o Brasil y los presente en primera plana como poco menos que casus belli. Para no ir lejos, en la fecha de hoy, presenta un titular alarmista en tapa con letras de tamañao catástrofe afirmando que un alto funcionario del Brasil amenaza al Paraguay, contextualización descabellada de las declaraciones de un funcionario retirado del servicio exterior brasileño.
Alarmados por el avance de la izquierda y la proximidad del fenómeno de Evo Morales en Bolivia, Zucolillo y ABC se empeñaron en demostrar que el presidente boliviano había iniciado una carrera armamentista para invadir Paraguay con el respaldo de Hugo Chávez, en un esfuerzo por indisponer a la opinión pública con el país vecino.
Ese mismo chauvinismo y antiimperialismo selectivo no se manifiesta cuando las autoridades o intituciones paraguayas son avasalladas e insultadas por la embajada norteamericana de Asunción, que tiene comprados a la mayoría de los comunicadores destacados, que hacen la vista gorda ante el intervencionismo del imperio.
Así el país que batió todos los récords de terrorismo a lo largo y ancho de los cinco continentes, que arrojó bombas nucleares exterminando a cientos de miles de inocentes civiles en 1945, que utilizó armas químicas contra poblaciones indefensas en la península de Indochina, que inspiró y sufragó genocidios desde Indonesia a Sudamérica, que decretó asesinatos de jefes de estado como Salvador Allende o Patricio Lumumba, que utilizó a seres humanos para experimentos neo nazis, que propició más de 5.200 violaciones de soberanías nacionales tan sólo en Latinoamérica, que se constituyó hoy en el principal contaminante ambiental del mundo y protagónica amenaza a la supervivencia de la humanidad, es también quien administra las nóminas y credenciales de terrorismo y las impone a la prensa de Paraguay.
Son puras trivialidades para estos medios las masacres de decenas de miles de centroamericanos, hecatombes como los bombardeos sobre Bagdad o Kosovo, carnicerías contra Sudán y Somalía. Con frecuencia son defendidos desde la tribuna periodística paraguaya George W. Bush, Sharon, Somoza, Stroessner, Uribe y tantos otros filántropos de feliz memoria. Tanta vista gorda se explica por el fluido tránsito de dólares desde la National Endowment for Democracy, institución alternativa a la CIA, hacia los bolsillos de empresarios de comunicación, becas, viajes pagados y otras dádivas hacia los periodistas estrellas.
Es que el avance en la carrera periodística, cuya cúspide en Paraguay la constituye convertirse en propagandista de los intereses norteamericanos a sueldo de IAF, NED y USAID, es proporcional al servilismo a los intereses de un núcleo duro de adinerados empresarios que amasaron fortuna durante la dictadura anticomunista, y que montaron sus medios con dinero público distraído con la anuencia del dictador.
Luis Agüero Wagner

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