Los últimos acontecimientos políticos en Buenos Aires, en los que el electorado dio la espalda a Cristina Fernández, demuestran preferencias históricas de esta ciudad
Este 12 de agosto se cumplirán 132 años de la desesperada defensa paraguaya de la ciudad de Piribebuy, donde el presidente paraguayo Francisco Solano López había instalado su gobierno declarando a la plaza tercera capital del Paraguay.
Hasta allí había mudado el Archivo, el Tesoro Nacional y el comando de operaciones. La población se preparó para la defensa en condiciones paupérrimas, contra un enemigo que superaba sus fuerzas en número y potencia de fuego.
Luego de una increíble defensa por espacio de cinco horas en las que se vivieron auténticos episodios de entrega y patriotismo, se produjo la ocupación de la ciudad. En los bajos del arroyo Mboreví se habían rechazado las dos primeras embestidas enemigas, sucumbiendo en ellas los dos tercios de los defensores.
Lo más cruel vino después: el jefe de plaza Coronel Caballero fue degollado en presencia de su familia, los prisioneros sufrieron un holocausto y los heridos el incendio del hospital, donde perecieron carbonizados. Indignas acciones ordenadas por el Conde de E’u Gastón de Orleáns, fiel exponente de lo que Alberdi llamara una contrarrevolución monárquica de los borbones en el Plata.
El corazón colonizado
Al infame genocidio del Paraguay, por supuesto, había prestado su contribución un patriota colonizado que, como quedó demostrado en las recientes elecciones a la gobernación de la ciudad de Buenos Aires, mantiene intacta su impronta en la memoria colectiva de los suyos.
Bartolomé Mitre, que a él nos referiríamos, es recordado en estos días en una crónica del diario Corrientes Opina como aquél “procer” que “Encabezó el liberalismo porteño de espaldas a las provincias y al país y propició la separación de Bs. Bs. del territorio nacional. Bs. As. se llamaría “República del Río de la Plata” (¿?)… Fue un asesino y fusilador como ministro de del gobernador de Bs. As., Pastor Obligado siendo capaz de hasta hacer fusilar al Cnel. Costa, héroe de Martín García. “Don Bartolo” fue un liberal tan pero tan “democrático”, que cuando en una oportunidad perdió las elecciones (siempre fraudulentas en aquel entonces), se levantó en armas…”
“Había algo de británico en su flexibilidad, un temperamento victoriano colonizando el corazón de un patriota argentino” nos cuenta de Mitre el inglés H.S. Ferns en su libro “Britain and Argentine in the XIX Century”.
En marzo de 1863, el patriota de corazón colonizado había obsequiado 300 mil hectáreas de las más espléndidas tierras argentinas a ferroviarios ingleses y delegado en el recién fundado Banco de Londres la responsabilidad de nominar a quien debía ser Ministro de Hacienda de su gabinete. Luego admitirá al representante inglés Edward Thornton como asesor de su gobierno, con derecho a participar en el consejo de ministros.
La “flexibilidad victoriana” haría escuela en el país. En 1872 se vendería a la Central Argentine Land Co. un inmenso territorio en Santa Fe por una séptima parte de su valor con la esperanza de que sean colonizados por William Perkins. En julio de 1882 se llegó a hipotecar el mismo Ferrocarril Oeste al Reino Unido y en 1880 una empresa de Liverpool adquirió más de 72 leguas cuadradas a mitad de precio para especulaciones inmobiliarias. El South American Journal calificaría a la Argentina como “el mayor cliente (léase pagador) de los ingleses en el mundo”, algo así como la consagración del cipayismo.
Alzamiento del Coraje
A las casi infinitas fuerzas del imperialismo inglés y sus aliados porteños, el gauchaje opondría la montonera, que aunque arma “indígena y bárbara”, bien manejada por los caudillos federales fue de una eficacia insuperable durante el periodo anterior a las armas modernas de precisión.
Algunos jefes montoneros como Angel Vicente Peñalosa (“el Chacho”), Felipe Varela, Ambrosio Chumbita o Aurelio Salazar, pasaron a la historia por el coraje de soñar lo imposible, sin riendas, a raja cincha. Encarnaban a un pueblo socialmente abandonado y espiritualmente desestimado por los profetas del colonialismo liberal. Sólo podían esperar, quienes como ellos exigían su dignidad humana con el rango de condición para vivir, la “solución final” de la hora, que enunciara Sarmiento en una famosa carta a Mitre: “No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de humanos”.
El consejo se extendió a la limpieza étnica del Paraguay, consumada en plazas como Piribebuy, y prolongada en el tiempo hasta hoy por resultados electorales en Buenos Aires.
El enfrentamiento histórico del siglo XIX en Argentina, el de la sociedad anónima crucificada en la pizarra de las cotizaciones de la bolsa, y el del proyecto de los pueblos que luchan por realizar su destino por encima de intereses y teorías sectoriales, sigue vivo hoy. Y los mártires y sacrificios fecundos ganarán la partida, a pesar de los reveses como el de la gobernación de Buenos Aires. LAW
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