Fernando Lugo puede considerarse una vez más afortunado de vivir en un país donde la impunidad se enseñorea sobre la justicia, sobre todo si se considera que comparte con Roman Polanski la afición por cometer abusos sexuales contra menores de edad.
El celebrado director de cine de 76 años, Roman Polanski, fue detenido el fin de semana como derivación de una acusación de tener relaciones sexuales con una niña de 13, hace más de treinta años, delito que pagó entonces con unas semanas de arresto, tras reconocer su culpa y negociar con los fiscales su libertad.
Sin embargo, temiendo una sentencia desfavorable, huyó ante de que culmine el proceso, a finales de 1978, y esperó que su víctima fuera adulta para negociar un acuerdo. La familia, que había iniciado la causa, solicitó al tribunal desistir de ella.
Con un trama digna de sus películas, tan abundantes en giros inesperados e ilógicos, el cineasta franco-polaco fue detenido el sábado en Zurich, donde permanece en una célula “rudimentaria” y recibe 5 francos suizos (unos 4,4 dólares) de dinero para sus gastos diarios, según testimonios recogidos por la prensa suiza.
Los fiscales estadounidenses solicitaron la captura sostienen que no actuaron antes debido a que esta fue la primera vez que supieron que Polanski, cuya vida transcurre cotidianamente en el mundillo de las celebridades mundiales, iba a encontrarse en Suiza en un momento específico. La quisquillosa policía suiza afirma que no había intervenido antes porque no controlan a los europeos que cruzan sus fronteras.
“Pudimos verlo en su célula sin ser controlados”, relató Marek Wieruszewski, cónsul de la embajada de Polonia en Berna, citado por el cotidiano suizo Le Matin. “Nos dijo que no le faltaba nada y que lo trataban muy bien. Sin embargo ésto no significa que esté feliz con su situación”, prosiguió.
Aunque se ignora cuál es la cárcel, fuentes allegadas al caso indicaron que Polanski estaría detenido en una de las prisiones del cantón de Zurich, pero que por demanda del cineasta, su lugar de detención no debía ser dado a conocer.
Sí se sabe que el personal penitenciario le entregó ropa y le da 5 francos suizos de dinero para sus gastos diarios,.y que en la prisión donde está recluido, la cena consiste en pan con queso, puede pasearse una hora al día por el patio y ocasionalmente usar un teléfono. Su mujer, la actriz Emmanuelle Seigner, sólo puede verlo una hora por semana.
No todas las voces que se levantaron fueron para expresar solidaridad con el cineasta. La actriz estadounidense, Kirstie Alley le pidió a sus compañeros de Hollywood que “no celebren, ni defiendan” al director de cine, Roman Polanski. Alley escribió que “no existe sexo de mutuo acuerdo con una niña de 13 años de edad” por lo que, según ella, Roman sí abusó de la menor.
“Polanski es un cobarde. Él tomó dos decisiones malas: Violó a una niña y después huyó. Además, ¿cómo sabemos que esta fue su única ofensa? Los pedófilos nunca atacan una sola vez. Puedo garantizar que esta no fue su primera ofensa”.
Alley reaccionó así contra la petición que realizó un gran grupo del gremio hollywoodense (entre los que se destacan Woody Allen, Martin Scorsese y David Lynch) en la que se “demanda” que se libere a Polanski de la cárcel de Zurich donde permanece recluido.
El caso de Fernando Lugo podría considerarse la contrafigura al de Polanski. El mismo victimario reconoció ante la televisión sus relaciones con una humilde criada campesina, Viviana Carrillo, cuando ésta era menor de edad y él un obispo de la iglesia católica. Al caso de Viviana se sumarían varias otras denuncias de relaciones del obispo con menores, y de hijos ocultos bajo la sotana del personaje a quienes unos dudosos publicistas presentaron como un referente moral e impoluto.
La más estremecedora, la de Benigna Leguizamòn, incluso la acusa de haber cometido el execrable delito de violación. Benigna relató que un día, el entonces monseñor Lugo, la hizo buscar por su chofer, quien la llevó hasta el Obispado de San Pedro, alegando que el obispo estaba enfermo. Sin embargo, según comentó, al llegar Lugo la encerró en su habitación y la forzó a tener sexo con él. “El Obispado era de dos pisos, me encerró bajo llave en una habitación y allí me sacó la ropa a la fuerza y me sometió sexualmente. No había cómo escapar de él”, comentó.
El problema es que Lugo hoy es un político importante, presidente de uno de los países más corruptos del mundo, donde la prensa venal archiva expedientes con mucha eficacia y donde la impunidad, la insolencia y el libertinaje para los poderosos es la regla. Además, no hay a la vista fiscales de Los Ángeles ni policías suizos.
Todo ello contribuye para que Fernando Lugo tenga no sólo la impunidad asegurada para sus delitos sexuales, también la posibilidad de seguir pontificando sobre distintos temas como si nada hubiera ocurrido.
Como dice un aforismo popular, la ley dice que todos somos iguales, pero no aclara dónde.
Tanto Polanski como Fernando Lugo son, en definitiva, buenos ejemplos de que entre la impunidad y todo el peso de la ley, muchas veces sólo puede haber un paso. El problema es que cuando uno va darlo, puede encontrarse al borde del abismo.
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