Escándalo y humillación del SPP
Luis Agüero Wagner
Desearía poder obviar tanto como sea posible en estas líneas los sucesos acaecidos una semana atrás en el Caribe (a
miles y miles de kilómetros), donde un urticante jefe de estado se negó a renovar licencia a empresarios de la prensa
comprometidos con el golpismo militar contra su gobierno, para concentrarme en la sospechosamente
desproporcionada reacción que le siguió en los medios de comunicación paraguayos. Reacción hipócrita que no descansó
hasta humillar a su propio sindicato, donde brillaron entre los antichavistas muchos de los que en más de una ocasión
visitaron las embajadas de Venezuela y Cuba mendigando la solidaridad caribeña, para después condenar un
comunicado favorable a lo actuado por la revolución bolivariana.
Primero quiero aclarar que asisto con bastante frecuencia al local del Sindicato de Periodistas del Paraguay, sin ejercer
profesionalmente el periodismo, por la proximidad que tiene con el lugar donde resido y sobre todo porque con
frecuencia soy convocado para participar allí de eventos benéficos, rifas y otras primarias modalidades de recaudar
modestas sumas de dinero, para ayudar a periodistas desempleados, enfermos, carentes de seguro médico, asistencia
social y muchas otras vitales coberturas que hoy se ofrecen en cualquier país mínimamente organizado a los
trabajadores y ciudadanos en general.
Con dolor en el alma debo decir que en ninguna de las ocasiones en que acudí a la sede en cuestión, pude reconocer por
el lugar haciendo causa común con un miembro de su gremio a Pepa Kostianovsky, a Alcibíades González Delvalle ni
a la numerosa y bien ubicada familia Rubín. Una sola moneda jamás vi caer de sus bolsillos para solidarizarse con
algún colega en desgracia en estas frecuentes colectas organizadas por el Sindicato de Periodistas, cuya radio
comunitaria fue sospechosamente asaltada en una oportunidad en las mismas narices de un destacamento policial
situado en pleno Centro de esta capital sin que nadie se escandalice.
Esta falta de conciencia gremial resulta por demás agravada por el hecho de que estas personas son cada vez más
conocidas por la solvencia económica que adquirieron, tras interminables años de administrar bienes inmuebles de
generales de Stroessner, recibir tierras en retribución por animar los cumpleaños del dictador, engrosar sus cuentas
bancarias con importantes sumas de dinero público recibido por propaganda oficial adjudicada de manera arbitraria e
ilegal, e incluso por adjudicarse dinero de gobiernos extranjeros para emprender campañas siguiendo directivas de
lejanos centros de poder.
Tampoco me parecen estas personas dotadas de la suficiente autoridad moral para censurar y fustigar a un sindicato al
que hace tiempo dejaron de pertenecer para convertirse en simples propagandistas del gobierno que ocasionalmente
ejercen un poder paralelo en la sociedad paraguaya. Una de estas personas a las que mencioné más arriba es
bastante conocida por su desequilibrio mental-emocional y adicción a psicofármacos, en tanto otra de ellas participó
inclusive de un homicidio por torturas perpetrado en dependencias del Ministerio del Interior, en tiempos en que servía
como oficial de policía a los cuadros represivos de Edgard L. Ynsfrán.En cuanto al señor Humberto Rubín, me consta
de su doble discurso y participación en internas partidarias a favor de quienes le pagan publicidad, así como de sus
nefastos antecedentes que hoy oculta y falsea en busca de conservar lo que queda de un fraudulento prestigio. Aunque
repita una y mil veces que Stroessner le clausuró la radio, quienes se ocupen algo del tema podrán descubrir que en
realidad apagó sus equipos para ahorrar los 341.000 dólares que la Nacional Endowment for Democracy le facilitó para
seguir pagando sueldos a sus empleados. En cuanto a su interna estronista con Cáceres Almada y otros personajes,
es bueno recordar que el 29 de Septiembre de 1969 Humberto Rubín galardonó a su tío Adán Godoy Jiménez con el
“Micrófono de Oro”. Entre los méritos del premiado figuraban haber sido locutor de “La Voz del Coloradismo” y “Habla el
partido colorado”, además de haber demostrado una increíble y cruel frialdad como médico del Policlínico Policial, lugar
donde se revivía a los torturados, para que la víctima no muriera antes de declararse comunista. Con tristeza debemos
decir que auténticos luchadores por la democracia como Monseñor Ismael Rolón recibieron tiempo después de manos
de Rubín un premio de categoría inferior, “El Micrófono de Plata”, entregado en el auditorio Jacinto Herrera en 1987.
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También alguien debe recordar que las tan mentadas interferencias a radio Ñandutí, inaugurada por Stroessner y gracias
al dinero del pueblo que alguna vez debe retornar a sus legítimos dueños, las hacía el recordado “Manito Duarte”, gran
amigo de Rubín y también galardonado en otros tiempos y no precisamente por Juan Carlos Amoroso.
No pretendo aquí condenar a RCTV, menos aún con el fuste y número de sus abogados, aunque no estaría demás
recordar que negó el derecho a la libre expresión a su propio presidente (Chávez) en abril de 2002, cuando éste quiso
aclarar al aire que no había renunciado, por lo cual el jefe de estado venezolano debió llamar a Atlanta y hablar por la
CNN de Ted Turner, que mostró mayor pluralismo y objetividad en esa ocasión. Tampoco desearía se interprete esta carta
como una defensa de lo actuado por Chávez, que no necesita mi apoyo teniendo la solidaridad del Premio Nóbel de
Literatura Harold Pinter, o de los parlamentarios británicos Jeremy Corbin, Jon Crudas y Colin Burgon. Sencillamente
como una llamada de atención ante quienes pretenden fabricar consensos silenciando a los disidentes.
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