Un gran farsante quedó al descubierto con el desenmascaramiento del obispo libertino, misógino y polígamo Fernando Lugo, pero está lejos de ser un caso único.
La entrañable perversión de “los buenos”
María Teresa PRIEGO
02/05/2009, 18:05:14 PM
Si una mujer decide interrumpir un embarazo, aun en el caso de una violación, “está asesinando a su hijo”; si toma la anticoncepción de emergencia, también, puesto que se pregona que es “abortiva”. El uso de preservativos tampoco es recomendable, dado que contraría la reproducción (única prueba incuestionable de compromiso y amor mutuos) y además incita al “libertinaje”, palabra tenebrosa que apela a un imaginario de concupiscencia y transgresiones, sin límites ni fronteras, obligadamente desamorado y abyecto.
Si dos personas del mismo sexo se aman, son seres “contra natura”, a los que bien podríamos hasta compadecer, a condición de que permanezcan castos. Se nieguen. Se desaparezcan. Desde el discurso de la jerarquía católica, nadie, como los homosexuales, representa esa “ignominia” de la relación “carne cruda”, meramente “hedonista”, en la que no pueden existir ni respeto ni amor ni compromiso profundo, puesto que sucede a dos y sin descendencia.
La jerarquía católica suele ser muy ruda en sus juicios del umbral hacia afuera. Lo que es difícil de entender, dada la “doctrina del amor, la comprensión y el perdón”; pero lo más indignante es lo extremadamente manga ancha que suelen ser del umbral hacia adentro.
Los de afuera, “pecadores”, desatando la ira de Dios, si usan un preservativo. ¡Ese espermatozoide que no llegará a su destino! ¡Ese ser único que fue impedido de existir contraviniendo “las leyes más sagradas de la naturaleza”! En cambio, los sacerdotes, los que pertenecen a su clan de privilegiados, se miran con el doble rasero: son sólo “humanos, demasiado humanos”, aun cuando cometan delitos particularmente graves, aun cuando transgreden las prohibiciones más absolutas desde todas las leyes: abusar de menores de edad confiados a su cuidado (violación incestuosa) o participar de una red de pederastia internet que usa niños de cero a 10 años.
“El secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Leopoldo González González, descartó que el involucramiento de sacerdotes en casos de pederastia y pornografía infantil aleje de los templos a los fieles: ‘Al contrario, entre más humanos nos vean, más nos van a apreciar’ (Noemí Gutiérrez, EL UNIVERSAL).
Tranquilo. Impune. Soberbio. ¿Desde dónde habla el señor González? Desde su blindado coto de poder. El que les hemos permitido. ¿Con quiénes cree que habla? Supongo que con su “¡Oh, mi pequeño rebaño!”. ¿Más los van a apreciar? Los feligreses considerarían que los pederastas son casi conmovedores (a condición de ser sacerdotes) quizá la pederastia hasta los enaltece, porque le permite al “pequeño rebaño” desacralizar sus imágenes.
También Marcial Maciel fue designado con el mismo calificativo: “Era humano”. ¿Qué tendríamos que entender por “humano” en este contexto de horror beatificado? El abuso sexual, las perversiones en todas sus formas son “humanas”. No hay animales perversos. Sabemos que la perversión, “tan humana”, consiste exacta y meticulosamente en deshumanizar al otro. Usarlo. Denigrarlo. Consumirlo como si fuera una cosa.
La ley tiene previstos castigos para los abusadores aquí en la tierra. En el caso de los sacerdotes, con todos los agravantes. “El representante de la CEM indicó que ‘casi siempre cuando acontece esto en un sacerdote es noticia que incluso dura una o dos semanas, cuando hay noticias tan importantes que también hay que ver… de una gotita hacen un mar, hay que preguntar qué criterio y cómo lo utilizamos, pues el mal es noticia y el bien no’”… (Carolina Gómez, La Jornada). Si fueran a juicio duraría bastante más de dos semanas. En todo caso, en el abusado la realidad vivida en su integridad dura toda la vida.
Sonaría “humano” (en términos de “¿cómo no comprenderlos?”) que dos sacerdotes adultos se enamoren entre sí, dejen sus votos y se unan en una sociedad de convivencia. También es “humano” que un sacerdote adulto se enamore de una feligresa adulta. Relaciones de pares. Consensuadas. Pero el señor González hablaba de pederastia. En la lógica de su discurso, serían igual de casi bienaventurados quienes, en otros oficios, desde una posición de poder (en las que pueden darse relaciones de idealización semejantes al vínculo sacerdote-feligrés), abusen de los niños a su cuidado: profesores, sicoanalistas infantiles, pediatras. Es decir, todos aquellos/as que en un momento encarnen la posición idealizada del “sujeto supuesto a saber”, porque como consecuencia de sus actos, el gremio y la sociedad ganarían de esta “humanización” igualitaria. Que los ruines sean ruines no tiene ningún mérito. Nada tan entrañable —al parecer— como la perversión de los “buenos”.
Con respecto al crimen de la pederastia, en el Vaticano, los tiempos cambiaron considerablemente. Me sorprende, que el representante del Episcopado Mexicano no haya leído las rotundas declaraciones de su autoridad máxima: tolerancia cero a la pederastia.
Benedicto XVI, discurso a los obispos: “En el ejercicio de vuestro ministerio pastoral, en los últimos años han tenido que responder a muchos dolorosos casos de molestias sexuales a menores. Estos son mucho más trágicos cuando quien los cumple es un eclesiástico. Las heridas causadas por semejantes hechos son profundas, y es tarea urgente restablecer la confianza cuando ha sido traicionada.
En vuestros continuos esfuerzos de enfrentar este problema de manera eficaz, es importante establecer la verdad de lo que sucedió en el pasado, tomar todas las medidas aptas para evitar que se repita en el futuro, asegurar que los principios de justicia sean plenamente respetados y, sobre todo, cuidar a las víctimas y a todos los que fueron afectados por estos crímenes anormales”.
¿Será que Benedicto XVI quiere “hacer noticia del mal y no del bien”? ¿Será que el Papa “de una gotita hace un mar”? Quizá no ha entendido los argumentos “humanistas-igualitaristas” del Episcopado Mexicano. Se los tendrían que explicar.
MIL NIÑOS ABUSADOS EN BOSTON
El caso del estupro confesado por el obispo Fernando Lugo, trae a colación la levedad de los castigos que impone la iglesia a este tipo de crímenes.
Más de mil niños fueron víctimas de abusos sexuales cometidos por sacerdotes católicos durante seis décadas en la archidiócesis de Boston, según reveló la madrugada de ayer el fiscal general del estado de Massachusetts, Tom Reilly.
Los datos avanzados por el fiscal general son el resultado de una investigación especial que se ha prolongado durante 16 meses. Según el estudio, que consta de 91 páginas, 789 adolescentes presentaron denuncias por abusos sexuales en los que imputaron a 237 sacerdotes y a otros empleados de la Iglesia. Sin embargo, Reilly apuntó que existen otras fuentes ajenas a la comisión investigadora que eleva a más de mil el número de menores víctimas.
El escándalo por los abusos sacerdotales en EEUU estalló en noviembre del 2001, se extendió a la mayoría de las diócesis del país e implicó a 1.200 sacerdotes, que habrían abusado de 4.000 víctimas.
"Los responsables de la Iglesia sabían muy bien que los menores eran víctimas de los abusos sexuales", recriminó Reilly, que denunció la "cultura del secretismo" de la institución, consistente en evitar el escándalo y proteger a los sacerdotes implicados en lugar de a las víctimas.
El cardenal de Boston, Bernard Law, en el epicentro del escándalo, se vio obligado a dimitir de su cargo. Law renunció al arzobispado en diciembre pasado, pero la archidiócesis sigue expuesta a la posibilidad de querellas judiciales que podrían llevarla a la bancarrota.
El fiscal Reilly indicó que Law "no tiene responsabilidad exclusiva en los hechos. Con raras excepciones, ninguno de sus principales subordinados le aconsejó que tomara medidas que pudieran haber terminado con el abuso sistemático de los menores de edad".
De todos modos, Reilly anunció que no se presentarán cargos contra Law o sus colaboradores porque las leyes de protección de menores que estaban vigentes cuando ocurrieron los abusos no lo permitirían.
La semana próxima se hará cargo del arzobispado de Boston el obispo Sean Patrick O'Malley, quien ya ha se ha enfrentado a crisis similares.
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