Padre Carlos Ares
Usted es gafo ¿o qué? No le ha parecido suficiente en este último mes todas las pachotadas que le han descubierto al bolsa de Fernando Lugo mientras fue obispo (que gracias a Dios ya no ejerce el ministerio) como para que ahora salgan en primera plana de tabloides sensacionalistas las fotos de su “aventura” extra-ministerial?
¿Era tanto el ardor que le quemaba que se olvidó de la cantidad de gente que le seguía por su “solidez de costumbres”, por su “imagen sacerdotal”, por los consejos espirituales que daba en las columnas de los diarios y que ahora se encuentran decepcionadas por este miserable episodio de su infidelidad?
¿Nunca pensó en el daño moral que le causaría a la Iglesia de Cristo al darle rienda suelta a sus pasiones, precisamente ahora que el Santo Padre y la Iglesia se encuentran en situación de víctimas de toda una campaña internacional de descrédito?
¿Alguna vez se le ocurrió pensar que con ese comportamiento disoluto solo logró ahondar la herida abierta del costado de Cristo?
Si hay algo que me cuesta creer es lo “caradura y sinvergüenza” de una persona con imagen televisiva, conocido por mucha gente, que precisamente escoja una playa “del lugar donde vive y trabaja” para traicionar la promesa de celibato hecha ante el obispo cuando recibió el orden del diaconado. ¿en qué estaba pensando? ¿Qué nadie lo iba a conocer? ¿o es que todo esto estaba perfectamente planeado para “causar escándalo” y luego salir como el paladín justiciero pidiendo la eliminación del celibato sacerdotal?
Usted no sabe que hay mucha gente ignorante en este mundo que no es capaz de distinguir entre la responsabilidad personal e individual de un cura y del clero en su totalidad? Porque resulta que ahora yo también soy víctima de sus dislates cuando esa gente no habla del padre Alberto (así, en singular) sino de “los curas” en su conjunto (así, en plural). Total, que la vaina me la echó a mí también… y no espere las gracias o algún reconocimiento de mi parte.
Usted necesita un completo retiro espiritual ignaciano de manera urgente. No comparto el criterio de que el obispo le suspenda “a divinis”, o le tramite la reducción. Usted es sacerdote con sus virtudes y defectos y mucho bien puede seguir haciendo desde el ministerio si aclara lo que quiere hacer con su vida de ahora en adelante y si logra ganarse de nuevo la confianza de sus fieles, que como “simplemente el señor Cutié” a secas.
La indignación que siento no es como para “pedir su cabeza”, ni mucho menos para condenarlo (además, quien soy yo para condenar). Ya el daño está hecho pero recuerde que le toca a usted repararlo… y con creces!
Defínase, padre Alberto, que Dios no le cierra las puertas jamás y siempre está presto a concederle una nueva oportunidad
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