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sábado, 28 de febrero de 2009

¿Quién está sentado en la Silla del Obispo?

Como un lodazal de vicio se describe en un artículo del Siglo de Torreón la historia de los jerarcas católicos, algo que vale la pena recordar para observar lo que sucede al interior del gobierno de Fernando Lugo.


"La silla de san Pedro en la historia: un lodazal del vicio. Depravaciones, crueldades de todo tipo, violencia, robo, asesinato... " empieza diciendo el artículo, publicado en el sitio:

http://foros.elsiglodetorreon.com.mx/foro.php?foro=9&post=290754


Si observamos la historia, tenemos ya en el siglo IV un extraordinario representante de los llamados «Santos padres», que no sólo fue Papa, sino que incluso fue canonizado, lo cual no fue siempre el caso de todos los Papas. Se trata de Dámaso I. Sobre él podemos leer más, por ejemplo, en los tomos 2 y 3 de la «Historia criminal del cristianismo» de Karlheinz Deschner: Dámaso reinó durante 18 años en Roma, del 366 al 384, lo que fue un tiempo bastante largo para aquella época. Ya las circunstancias de su toma del poder fueron de una naturaleza extremadamente violenta. Él poseía ciertos medios económicos y alquiló para sí una tropa de matones en toda regla compuesta de carreteros, gente de circo y sepultureros y dio la orden a esta jauría de tomar por asalto una iglesia que estaba en el lugar de la actual basílica Santa Maria Maggiore en Roma. En esta iglesia se habían atrincherado sus enemigos. Había un Papa contrincante, de nombre Ursino. La tropa de matones de Dámaso tomó entonces por asalto la iglesia, la incendiaron y mataron a más de 100 miembros de la parte contraria.
Por lo demás, tales hechos han tenido lugar con relativa frecuencia en la historia de la Iglesia. O sea que no eran raras las veces en que las diferencias de opinión entre los supuestos cristianos se resolvían de esta manera.

Esto significa que las manos del Papa Dámaso estaban manchadas de mucha sangre, así como también las manos de muchos Papas después de él. Él hizo perseguir también sin piedad a los llamados herejes y para ello hizo uso de la ayuda del Estado. También fue una persona muy singular en otro sentido porque llevó un tren de vida muy lujoso. El historiador romano Amiano Marcellino informa a este respecto: «Él va de un sitio a otro sólo en carruajes, se viste suntuosamente y hace preparar tan ricos festines que su mesa eclipsa incluso un banquete de reyes.»
Karlheinz Deschner escribe en el tomo 3 de su «Historia criminal del cristianismo»54, entre otras cosas, lo siguiente acerca de él: «A raíz de su familiaridad con cristianas ricas, el “lisonjeador de las damas”, –así se le llamaba entonces–, sacó tanto provecho de ello que en el año 370 se le envió un edicto imperial prohibiendo enérgicamente la caza de herencias por parte del clero.»
Dámaso era un cazador de herencias de mucho éxito. El emperador promulgó un dictamen, en el que prohibía «a los monjes eclesiásticos visitar las casas de las viudas y de los huérfanos y declaró nulos todos los donativos y legados de ellos así como de otros fieles que iban a convertirse en las víctimas de sacerdotes chantajistas bajo un pretexto religioso».55 Sin embargo, este dictamen fue anulado ya sólo 20 años más tarde.
La pregunta ahora es ¿por qué se canonizó a Dámaso? Seguramente que no debido a esta cascada de crímenes, sino porque él dio la tarea a Jerónimo de editar de nuevo la Biblia; sabemos por cierto que éste efectuó algunas transformaciones que iban en el sentido de lo que quería la Iglesia. Éste fue entonces el mérito que a su mandante, el Papa Dámaso, le otorgó la canonización.

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