LUIS AGÜERO WAGNER-
El anticomunismo ha sido siempre un caracter en común entre conservadores de base religiosa, nazi-fascistas, liberales, defensores del anarquismo y del individualismo y la Iglesia Católica, y todos los sectores citados acompañan al gobierno de Fernando Lugo.
El fundamentalismo católico quedó al descubierto con la celebración del Vaticano II, cuando la Iglesia católica sufrió los embates de la investigación histórica y exegética.
Surgen posturas fundamentalistas como reacción a la apertura o aggiornamento que se produce dentro del catolicismo, entre ellas Mons. Lefèvre, con su adhesión inquebrantable a la tradición, dando lugar a un integrismo intransigente y beligerante.
Al igual que para el fundamentalismo protestante el fundamento último es la Biblia, para el fundamentalismo católico lo es la Tradición, ya que la Biblia no contiene para la doctrina católica la totalidad de la revelación de Dios, lo cual hace que las doctrinas consideradas como fundamentales no sean coincidentes.
Algunas figura señeras de esa corriente restauracionista, dentro del catolicismo posconciliar, han vuelto al Vaticano de la mano del ex militante de las juventudes hitlerianas Joseph Ratzinger, que tiene a sus más fieles cancerberos de la Fe entre los miembros de la iglesia católica paraguaya.
HOMILÍA ANTICOMUNISTA
"La lucha de clases es antievangélica. La gente se está empezando a cansar de las peleas y los disturbios" añadió en un tono casi amenazante de furibundo anticomunismo el obispo Claudio Jiménez ayer, en una celebración religiosa en homenaje a la Virgen de Caacupé, idolatrada por los católicos paraguayos.
Dejando bien claro el carácter manipulador de la religión que caracteriza a la política paraguaya, todas las principales autoridades del país acudieron a la misa, para postrarse a los pies de la simbología católica hoy más fuertemente incrustada que nunca en el imaginario de este país.
AMENAZA CONFESIONAL
Semanas atrás el Gobierno había ofrecido a la Iglesia Católica el control sobre los 15 millones de dólares de Itaipú que destinará para atender el problema campesinos y de otros sectores vulnerables de la sociedad.
La primera objeción la hizo el senador Silvio Ovelar, quien hizo notar que “la transferencia de dinero público a la Iglesia es un atropello a las instituciones legalmente constituidas “, con lo cual el clérigo-presidente demuestra que no confía en su gabinete como órgano contralor, y avanza hacia “un estado cuasi teocrático, Lugo se presenta como el Ayatolá Público”, criticó.
En este escenario, se preguntó por qué ya no renuncian sus ministros, para que Lugo los reemplace por los obispos de la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP).
Otro parlamentario opositor, Jorge Oviedo Matto, criticó la incoherencia de Lugo, quien prometía otra cosa en su discurso de campaña con respecto a Itaipú, y que si ahora los fondos los administrarán eclesialmente, “hay que reconocer que en la Iglesia también hubo abuso y malversación”.
La única voz que intervino en defensa de Lugo, y en forma reiterada, fue la del payasesco senador Carlos Filizzola, quien señaló que los fondos serán manejados por el Estado, “y el uso también controlará el Estado, y será destinado más que nada a la Reforma Agraria”.
Dentro del mismo gabinete del obispo, el ministro de Educación Horacio Galeano Perrone, objetó que la Iglesia o la Pastoral Social administre los 15 millones de dólares de Itaipú para el desarrollo de los proyectos sociales del Gobierno, dado que carece de infraestructura.
UNA GUERRA CON LA HISTORIA
Insinuando así un regreso al estado confesional, el gobierno del clérigo-presidente Fernando Lugo entabla una nueva guerra contra la historia, donde abundan los ejemplos nefastos de administración sacra.
La historia católica narra que en 1427 el Papa Colonna Martín V, gastó 150 mil florines de la renta de la Iglesia para comprar tierras donde establecer como señores feudales a todos sus parientes. Previamente Bonifacio VIII, de la familia de los Caetano, había establecido el récord de 500 mil en la misma moneda y para el mismo fin. Como el único verdadero apoyo de la época la daba la familia y el nepotismo constituía una necesidad política, el Papa Alejandro VI se dedicó a ampliar su parentela.
Con Giovanna Cattanei, el Papa Borgia tuvo cuatro hijos con quienes no descuidó los deberes de la paternidad. César fue pronto nombrado arzobispo de Valencia y Cardenal. Giovanni llegó a Duque de Gandía antes de ser asesinado en 1497 por su propio hermano, demostrando que en esa época era difícil confiar en la gente, incluyendo familiares. Otros de los hijos del Papa fueron honrados como príncipe de Esquilache, en Calabria. El entorno creció con los tres hijos del Papa con Julia Farnesio, que llegaron a infantes y duques.
Era también natural que el Papa además introdujera a sus clientes, sus “criaturas”, en todas las organizaciones y el Sacro Colegio, del mismo modo que el Partido Colorado en Paraguay ubicaba a sus afiliados en la función pública. También en forma similar, los cupos pronto empezaron a escasear generando problemas internos, de modo que los cardenales debían esforzarse en contener estas introducciones masivas, para lo cual durante los cónclaves y vísperas de escrutinios se empeñaban por hacer firmar al Pontífice cartas con promesas estrictas.
Así, en 1464 al fallecer Pío II se estipuló que los cardenales debían ser todos eruditos, buenos teólogos y tendrían por lo menos veinte años. El Papa debería a partir de entonces consultarlos abiertamente, en público y no en secreto, de tal suerte a evitar que fabrique una mayoría inexistente como las que suelen verse de tanto en tanto en el Parlamento paraguayo.
Este breve repaso de una historia que difícilmente forma parte del sermón de los domingos, viene al caso considerando algunos sonados nombramientos en la idílica república burguesa del obispo de los pobres, donde un sacerdote manejará los jugosos recursos del ministerio de Acción Social, la pastoral los fondos de Itaipú y la primera dama es la hermana del Obispo extendiendo influencia al cuñado, y donde el hermano Pompeyo encabeza el ranking de corrupción.
Aunque para sus incondicionales ganapanes el obispo Fernando Lugo marcha firme hacia los altares ( hizo varios milagros como resucitar a un partido de ateos y masones como el Radical Auténtico de Paraguay, y logró el apoyo de sectas herejes como la que dirige el Reverendo Moon) lo cierto es que cada vez hay más indicios que demuestran que en realidad está transportándonos de la oscuridad al oscurantismo y en pleno siglo XXI.
Se dice que la Edad Media fue la edad de oro de los torturadores y del ingenio puesto al servicio de los mismos. De cualquier manera no se puede afirmar en forma tajante que los inquisidores hayan sido los mayores torturadores de todos los tiempos, puesto que otros, en etapas posteriores, han sido mucho más eficaces. Difícilmente podríamos restar méritos a los asesores norteamericanos que asistieron a la dictadura de Paraguay como el que fue asignado en Washington en octubre de 1956, en presencia de uno de los principales consejeros y puntales políticos del obispo, con quien incluso compartió escenario durante su campaña proselitista, el Dr. Oscar Insfrán.
En todas las prácticas del gobierno teocrático del obispo Fernando Lugo, no es difícil entrever reminiscencias de los tiempos oscuros en que los Papas demostraban en la práctica que no tenían mucha fe en su propio culto, dado que los dogmas y las trabas que imponían a la racionalidad y la difusión del conocimiento sumían al mundo en la barbarie. El infortunio enamorado del Paraguay ha surgido nuevamente del fondo del abismo de los tiempos y hoy nos remite a la época en que los herejes eran estrangulados, los recalcitrantes incendiados vivos, todo ello desde que los católicos han decidieron abandonar sus altares y salir de sus conventos y monasterios, siempre en connivencia con el imperio, como en su momento salieron los militares de sus cuarteles.
PODER TERRENAL BAJO TORQUEMADA
Con frecuencia es recordado el episodio histórico que atañe a Enrique IV (1553-1610) de Navarra (su tierra natal), quien quiso ser rey de Francia, pero topó con el impedimento de que él no era católico. Entonces, pronunció su célebre frase: "París bien vale una misa", indicando con ello que estaba dispuesto a convertirse al catolicismo para que le dejasen acceder al trono francés. Apenas dicho esto se cambió de fe, como quien consigue un registro de conducir en Paraguay, y se convirtió en Enrique IV de Francia.
Un caso paralelo y simultáneamente contrapuesto es el del obispo Fernando Lugo, quien ha demostrado que por jirones del poder político no sólo está dispuesto a renunciar a las misas, sino incluso a codearse con personeros de la misma Secta Moon, grupo de herejes con quien comparte abogados y publicistas y a quien obviamente está dispuesto a vender indulgencias apostólicas y romanas aunque le cueste un nuevo cisma. Después de todo, el mismo Teodosio I el grande sustituyó una religión oficial por otra por puro pragmatismo, salida tan antigua como la humanidad y fenómeno que se vuelve a producir hasta nuestros días cada vez que las circunstancias lo exigen.
Todo ello, la verdad sea dicha, sin dejar de valerse del prestigio ante las masas ignorantes conferido por su anterior investidura de jerarca católico, que en países como Paraguay equivale a ser algo así como un procónsul del último entre los imperios paganos de la profecía y la representación del reino terrenal. Para ubicarnos en el espacio-tiempo paraguayo debemos acotar que un conocido sacerdote, el padre Antonio Rubio, fue ojo de la tormenta en este país no hace mucho al descubrirse que malversaba el dinero proveniente de la venta de indulgencias a los miembros de la secta satánica que gobernaba hasta hace pocas semanas (el Partido Colorado) y que al parecer no recaudaba precisamente para destinarlo a erigir basílicas
Este tipo de actividades demoníacas de los embajadores de Dios ciertamente empezó a cuestionarse a partir de la Ilustración, cuando empezó a debatirse si era realmente adecuado que la iglesia se siente a la mesa del poder para influir moralmente (sólo por no mencionar otro tipo de influencias menos altruistas), cuestionamiento que derivó en ataques directos a la iglesia durante la revolución francesa. Para entonces, emperadores orientales y occidentales, reyes europeos de todas las épocas y lugares, habían consolidado al Papado como un poder temporal más y convertido en natural el maridaje entre el poder político y religión al punto que al cabo de tantos siglos separar ambos poderes desde la raíz se volvió tan dificultoso como dividir a dos siameses que comparten en corazón.
Con respecto a nuestro héroe el supremo Obispo de Paraguay, debemos sincerarnos que aunque la prensa que lo publicitó difundió la versión de que era un religioso rebelde, lo cierto es que apenas se conoció el resultado de los comicios recibió del Nuncio una lapicera áurea y bendecida para firmar decretos, obsequio del Papa por su triunfo, parte de un coqueteo automático con el poder de turno que la institución en cuestión acostumbra llevar a cabo por lo menos desde tiempos del emperador romano Constantino. .
Hace poco el filósofo, escritor y político francés Regis Debray señaló en un debate que muchos muertos en Irak y en Afganistán podrían haberse evitado si hubiera habido en la Casa Blanca un grupo de hombres y mujeres con una conciencia más libre de prejuicios religiosos arcaicos. Justamente en su pais, Francia, Regis Debray y el escritor Frederic Lenoir discuten sobre si el cristianismo necesariamente se hizo político o se puede retornar a un Evangelio sin relevancia pública institucional.
Ciertamente ello no sucederá mientras la libertad de conciencia de todas las personas (la cual incluye, como caso particular, la libertad religiosa), siga siendo un privilegio sólo para personas con creencias religiosas y mucho menos si entre éstas se vuelve a privilegiar a los católicos, como hoy sucede en Paraguay. LAW
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