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martes, 18 de marzo de 2008

AYER DEMÓCRATAS DEL DICTADOR, HOY DEMONIOS DEL OBISPO

(Luis Agüero Wagner)

El 28 de febrero de 1968, dos semanas antes de las elecciones nacionales, fueron apresados Saturnina Almada y Alfonso Silva, los primeros presos políticos de un "proceso democrático". Era ya una "transición" avalada por conocidos héroes contemporáneos como Mochito Morales, Luis María Argaña, José Félix Fernández Estigarribia, Carlos A. González, R. Campos Cervera, J.C. Zaldívar y Domingo Laíno, entre otros, amén de algunos sobrevivientes de la patria periodística de aquellos tiempos.
Entrevistado por los cronistas de la época, uno de estos próceres alegó en su defensa que tardó una década en darse cuenta que el gobierno de Stroessner tenía un cariz dictatorial. Su descubrimiento, de pura casualidad, coincidió con el fallo desfavorable del jefe de la policía política Pastor Coronel a favor del grupo de Fulvio Hugo Celauro y Serviliano Alonso Peralta, en audiencia de conciliación entre liberales solicitada por los interesados y realizada en el mismo Departamento de Investigaciones, a partir de las 19 y 30 horas del 18 de Enero de 1977 (Archivos del Terror, libro P34).
Algunos de los consagrados luchadores también tardaron décadas en notar que el gobierno de Stroessner tenía un cariz dictatorial, cuando no esperaron a que llegara la espléndida mañana del 3 de febrero de 1989 para descubrir las "atrocidades" de la dictadura, expresión utilizada después de la susodicha fecha hasta por los medios de don Nicolás Bo Parodi, conocido testaferro y compañero de bacanales del dictador.
Domingo Laíno, por ejemplo, descubrió que Stroessner era un dictador exactamente el día 21 de mayo de 1978, cuando viajó a Estados Unidos con pasaporte diplomático otorgado por el dictador (pasaporte Nº 0058). El ex diputado de la dictadura viajó a Estados Unidos para asistir a la reunión de la OEA con el contradictorio y firme propósito de denunciar la dictadura. Para que su denuncia fuera más contundente, le acompañó aquella vez su fiel esposa, Rafaela Guanes, que también viajó con pasaporte diplomático Nº 2.220.
La dictadura de Stroessner, según se sabe, había empezado en mayo de 1954.
La complicidad de Laíno en la aprobación de la Ley liberticida Nº 209/70 es fácilmente comprobable sencillamente revisando el diario de sesiones de la Cámara de Diputados, buscando la fecha 13 de agosto de 1970. También es conocido que fue por orden del mismo Stroessner que el escribano Vázquez, Emilio Forestieri y el jefe del Ceremonial del Estado, Conrado Pappalardo, hicieron posible que Laíno volviera al Paraguay el 25 de abril de 1987, "para que con el lema de la no-violencia activa organizara el caos que estaba armando la oposición". Por su parte, Fulvio Celauro y otras sectas de zoqueteros parlamentarios siguieron imperturbables en sus bancas hasta el golpe de febrero de 1989. Entre ellos se encontraban Enzo Doldán, Tadeo Centurión y el senador "de la democracia" Osvaldo Vázquez Ramos, luego influyente promotor del "pacto de gobernabilidad" con que los grandes demócratas lograron la esquiva prosperidad económica que les fue negada en otras épocas.
La apertura de los "Archivos del Terror" no solo permitió conocer atroces procedimientos policiacos, también conocer lo mucho que eran capaces de abrir la boca algunos de los grandes luchadores en pro de la democracia. Así se supo que otros personeros del liberalismo como los hermanos Levi Ruffinelli llegaron al extremo de convertirse en "informantes" de Ynsfrán sobre lo que hacían los abstencionistas del Partido Liberal, hecho documentado por el Centro de Documentación y Archivo ("Archivos del Terror"), libro M31.
Había sido precisamente Levi Ruffinelli un pionero en la colaboración con la dictadura, allá por la década de 1960, aceptando el puesto de alcahuete rechazado con dignidad por otros dirigentes liberales como Carlos Pastore. Es que se necesitaba a un parlamento representativo en vísperas de firmarse el entreguista tratado de Itaipú, tan lamentado hoy por los diarios comprometidos con la libertad de expresión.
Uno de los más obsecuentes colaboracionistas dentro del Partido Liberal de corte somocista de Paraguay, que hoy candidata a la presidencia al obispo Fernando Lugo pasando por encima de una cláusula constitucional que impide a ministros religiosos postularse a cargos electivos, era el Dr. Cástulo Franco, padre del compañero de fórmula del religioso, el candidato a vice-presidente Federico Franco. Es que si algo no se puede negar a los "inclaudicables luchadores" contra Stroessner, es su extraordinario don de la ubicuidad. En dictadura mezclados con los represores, en democracia revueltos con las víctimas.
Ahí están Luis Aníbal Schupp y el hermano del “industrial del odio” Edgar L. Ynsfrán convertidos en devotos chupacirios y monaguillos del candidato “del cambio”, el obispo Fernando Lugo.
Nada más revelador de lo que vendría como el matiz de los hechos que pusieron en marcha la transición democrática paraguaya: el cierre de cuatro entidades financieras y un consecuente golpe militar casi incruento, sin alternancia de partidos ni grupos. La familia del nuevo hombre fuerte, Andrés Rodríguez, reemplazando a la del Tiranosaurio Stroessner en todos los buenos negocios, incluyendo medios de comunicación, y las nuevas camarillas interpretando muy pronto las nuevas formas de impunidad acordes a una "democracia".
El conocido ex jefe de la DEA en Paraguay Robert Ridler se mostró sumamente "comprensivo" ante la prensa internacional cuando fue consultado sobre el papel de Cambios Guaraní (detonador del golpe, que contaba entre sus socios al célebre grupo Peirano-Facio) en el lavado de narcodólares, declarando que no podía asegurar que la "sospecha" sea fundada.
Las premisas estadounidenses respecto al narcotráfico podían causar tensiones incómodas. Las carpetas serian archivadas, pero no destruidas, pensando en cualquier eventualidad. El famoso libro "Conexión Latina" de Natham Adams y los artículos de Jack Anderson en el Washington Post, que habían sido tan deliciosas en círculos opositores, perdieron de inmediato su interés y se esfumaron mágicamente de la memoria de los grandes combatientes por la libertad. La misma complacencia devino para los nuevos "zares" de la comunicación, y las nuevas elites políticas y financieras.
Un ataque de amnesia había afectado a Aldo Zuccolillo cuando en la mañana del 25 de marzo de 1988 logró reunirse con Robert Gelbard, subsecretario adjunto para Asuntos Interamericanos del Departamento de Estado norteamericano. Frustrado por el fracaso de su plan Zeta acusaría allí a los opositores de "vagos, necios y cobardes", de acuerdo al memorando de la conversación. Omitió por supuesto delatar a sus amigos que traficaban drogas y ocupaban puestos claves en el aparato gubernamental, entre ellos al que había formado sociedad con él, para parir ABC Color. También las tapas de ABC pidiendo la cabeza de los disidentes, las crónicas donde el diario se congratulaba de haber recibido al dictador "en su casa", o los editoriales defendiendo la represión genocida desatada en Argentina por Jorge Rafael Videla, irían a parar al freezer.
Hoy al cabo de la transición esta comparsa de poseídos y endemoniados integran el equipo de apoyo del Obispo suspendido a divinis, junto con el principal financista de la oposición paraguaya –donaciones de USAID a ONGs mediante-, el embajador norteamericano James Cason y el derechista gobernador de Paraná Roberto Requiao. Ni falta hace recordar antecedentes de otros grandes próceres de la democracia como Alfredo Jaegli, hoy asesor del teólogo de la liberación en temas económicos, otrora pescador en directorios liberales revueltos, donde el común denominador era la trepada a costa de la integridad física del correligionario por medio de delaciones ante el temible jefe de la policía política Pastor Coronel.
La presencia de todos estos antiguos demócratas del dictador, hoy demonios del obispo, posicionados en el primer anillo que ha cercado a Fernando Lugo, nos hace pensar que para la lectura del actual escenario político paraguayo más que conocimientos de politología, se requieren profundos estudios de demonología y criminalística.
Y que para resolver sus graves problemas, antes que una alternancia de partidos, al Paraguay le hacen falta los buenos oficios de un avezado exorcista.

Luis Agüero Wagner

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