EL CLARO MENSAJE DE CAACUPÉ
(Luis Agüero Wagner)
Pocas veces en la historia política reciente del Paraguay el poder ha dado un mensaje tan claro como el que a principios de semana los buenos entendedores pudieron leer en los hechos de Caacupé. Ante la falta de argumentos para convencer a la turba liberal que intentaba a empellones posesionarse de la gobernación de Cordillera -y del dinero de los royalties que acababa de liberar el gobierno-, las nunca bien ponderadas fuerzas del orden se vieron obligadas a recurrir al siempre vigente método pedagógico del garrote.
Para peor de males, ni siquiera el menor dejo de indignación asomó en los semblantes de los ciudadanos ante el bochornoso espectáculo de heroicos representantes del pueblo como Alfredo Jaeggli, Tito Saguier o Blas Llano recibiendo furibundos cachiporrazos. Por el contrario, más de uno los juzgó bien merecidos.
Ya veníamos sospechando de la vacuidad de los discursos triunfalistas de nuestros incorruptibles opositores ante la falta de voluntad para desalojar de su silla al informante de Cantero que dirige el TSJE, entre otras medidas previas indispensables para enfocar con seriedad el objetivo de la alternancia. Pero la incapacidad de la flor y nata de nuestra oposición para recuperar una simple gobernación-campaña desalojando a una patota colorada de cuarta línea, hizo quedar el objetivo de expulsar al partido Colorado del Palacio de López a millones de años luz.
No creo pueda negarse que el ánimo de la Alianza Patriótica para el cambio ha caído por el suelo ante esta pequeña demostración de lo que sucedería en el lejano e hipotético caso de que el 20 de abril puedan reunir los votos suficientes para derrotar al oficialismo, algo que no lograron en las municipales con el oviedismo como aliado en Encarnación, donde toda la oposición unida fue derrotada con facilidad por la ANR.
Con semejante incapacidad opositora, el gobierno del PRI mexicano aparece como un fugaz aleteo de colibrí comparado con los años que puede reinar la ANR en Paraguay. Y eso que los colorados todavía tienen que permanecer una década para equipararse al partido hegemónico que gobernó a la nación azteca, desde que Plutarco Elías Calles lo organizó en marzo de 1929 para perpetuar las reformas de la revolución mexicana, y que logró equilibrarse hasta los umbrales del tercer milenio
Para mayor desaliento, debemos admitir que México es un país de mucho mayor cultura política y civismo que el Paraguay, que puede soportar desgobiernos mucho más prolongados, vale decir, sesenta años de tragedia política para nosotros no es nada.
Aunque las ocurrencias opositoras puedan estar a la orden del día, con pasajes de ida para quien se anuncia más dispuesto a quedarse que nunca, o los mesiánicos candidatos que apelan para ganar votos a temas que la gente no entiende y tampoco le interesa como la “soberanía energética”(mote con el que se conoce al principal argumento de las campañas pro imperialistas contra el MERCOSUR), lo cierto es que una vez tras otra se confirma la ineficacia del trabajo político de la oposición.
Puede sonar insistente, pero nuestros opositores fueron nuevamente fieles a su costumbre de apelar a la prensa con vanas esperanzas para resolver una cuestión que no se resuelve con discursos lacrimógenos en tono falsete ante los micrófonos de Ñandutí o los fotógrafos de ABC. Mientras Galaverna tocaba las teclas precisas para desalojar al efímero gobernador fadulista de Cordillera, Gómez el breve, nuestros héroes se tomaron su tiempo para aparecer en medios con su falsa retórica institucionalista y sus bellas abstracciones que sólo afloran cuando hay cerca un cronista de la prensa o un camarógrafo.
Cuando al fin decidieron abandonar el papel de estrellas de radio y televisión para volver al oficio de políticos, ya era demasiado tarde. Una bien fortificada barricada de comisiones garrote, policías y seccionaleros los aguardaba ansiosa, cachiporra en mano cual línea Maginot, parapetada en los umbrales de la gobernación en discordia.
Sólo puedo agregar mis deseos por que tanta insistencia por permanecer en el escenario político se desvanezca de los ánimos después de la derrota opositora cantada del 20 de abril, y estos incapaces y sepultureros de la concertación se retiren definitivamente al lugar que hace rato les corresponde en el basural de la historia. Luis Agüero Wagner
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